miércoles, 7 de julio de 2010

LA PEOR TORMENTA DE NIEVE EN AÑOS.




El nevado del Cocuy, Tolima o Huila son nieves perpetuas, paramos, glaciares, que se derriten, estaciones de alta montaña, excursiones que toman días y que distan mucho de conocer la nieve en el trópico que en las altas latitudes de Londres.
Esa mañana de febrero, los meteorólogos más precisos habían pronosticado el frente que venia desde el oriente y que estaba a punto de establecerse en el archipiélago. Todo el mundo se había preparado, las escuelas cerraron, los trabajos devolvieron a sus empleados, los dueños de casa sacaron sus palas, los carros de bomberos alistaron los cargamentos de sal, los niños prepararon sus trineos, las carretillas, y las zanahorias para construir los muñecos, parecía que hasta la naturaleza iba a presentir el choque que estremecía a la gran metrópoli. Aquel lunes los árboles lucían sus ramas muertas como un tridente y la naturaleza parecía mas opaca que nunca.
Recuerdo que ese domingo por la tarde estuve con Marcos, un compañero de México en Hyde Park y Buckingham Palace, ni siquiera los gorros y “chuyos” de estilo peruano que lucíamos eran suficientes para pelear en este clima tan frío que quemaba los labios y llegaba hasta la medula de los huesos, el sol despejado con su luz reflejando sus rayos a un ángulo diferente de estas latitudes tropicales.
Llegué de vuelta a la habitación, regresé a preparar algo de comer, asomé la mirada algo mas cerca de la ventana, estaba acumulado el polvo blanco brillando refulgente. Al salir todos jugaban alegremente con la nieve como si nunca hubieran presenciado una tormenta en sus vidas.
Recibí unos golpes con bolas del tamaño de una de baseball en mi espalda, salpicando en toda mi ropa con su helada temperatura, la nieve rodeaba toda la calle que se confundía con la hilera de carros fundidos en blanco. Solo los resultados de esta tormenta los vería al siguiente.
Ese lunes no tenia clase, no recibí el correo electrónico que avisó que la escuela cerraría esa semana, terminando mi curso de ingles que había comenzado 8 meses atrás y quería estar esa ultima semana con profesores, compañeros y amigos.
Salí de mi apartamento a tomar el metro, pero el metro con destino a Wimbledon estaba cerrada, las colas de gente atestaban la estación. Como un hormiguero, el ajetreo y la marcha diaria interrumpida, sus caras inusualmente asombradas, por momentos cerraban la muralla del periódico para escapar de los estragos de la tormenta que ya había acabado, el cielo gris y húmedo se abría sus rayos al reflejarse en la nieve mostraban el contraste hermoso, indescriptible, sin palabras.
Al salir de Colliers Wood ya no se trataba de nieve, sino de hielo sólido. La preocupación era el desplazamiento por miedo de chocar con esos copos, ya sólidos que hacían imposible el flujo de peatones por toda la acera hacia la carrera de ratones como los mismos ingleses llamaban a la rutina cotidiana por la búsqueda del bien material.

La rutina de camino a la escuela tomaba normalmente un camino habilitado por la tradicional alameda a lo largo del Rio Wandle que desemboca en el Tamesis, que vio crecer su corriente, llena de copos de nieve, hasta el punto de desbordarse.
Cinco personas en clase y el profesor proyecta una película sobre su tema favorito: La Segunda Guerra Mundial.
Siempre había querido estar en una ciudad europea en invierno, ver como los factores, las actitudes e idiosincrasia cambian.
Las mujeres vestidas en faldas largas con botas de cuero, los hombres en gabardina, bufandas y guantes. El clima definitivamente influye en la actitud y formas de trato, mientras en verano los parques están llenos de gente que sale a la playa, se dan los conciertos de grandes artistas y los festivales como el de Glanstonbury y la Isla de Wight cada quien aprovecha el sol de la mejor manera, hasta el ultimo segundo. El verano pasado fue caracterizado por el frío, la humedad y la lluvia constante, el invierno fue lleno de nieve paralelos entre uno y otro y en ese entonces cuando estaba viendo las fuentes de aguas congeladas de la plaza de Trafalgar, convertido un paisaje inédito y novedoso, se da uno cuenda de más razones para entender como los comportamientos humanos cambian con las estaciones.
Me senté en una silla de nieve al lado del parlamento en el lugar del veterano de la guerra de Vietnam con ropas hechas trizas. Vi la dificultad que tenían las palomas para conseguir su comida escarbando por debajo de la tierra.
En medio de todo ese espectáculo para muchos colombianos novedoso, tuve la oportunidad de ver la nieve en otro contexto, en otro ámbito de ciudad tradicional europea. La primera vez había sido sobre 5000 metros de altura en las escarpadas nieves perpetuas del nevado del Cocuy en Colombia, buenos recuerdos de una jornada en mi propia tierra.

Poema de los eventos naturales

En tus blancos resplandores vi tu sonrisa
a la hora que cernían tus copos helados,yertos,
mis anhelos de verte eran absortos, esperados,
en ese momento se confunde
mi vista se hace ceniza.

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